Enfoques y Teorías del Aprendizaje.
Estos paradigmas han sido
aplicados en el ámbito educativo con mejores resultados, lo que ha ocasionado
un empuje al desarrollo de la psicopedagogía, pues se han logrado teorías e
instrumentos metodológicos y tecnológicos que favorecen al proceso de enseñanza
y aprendizaje para Domínguez, G y Diez, E. (1996), “se pueden encontrar muchas
y diferentes concepciones de evaluación en función de la perspectiva o
paradigma explicativo de la realidad en que nos situemos”. Román, R y Diez, E.
(1989), señalan que los paradigmas fundamentales en psicología y educación,
vigentes en el siglo XXI, son tres:
Paradigma conductual.
Paradigma cognitivo.
Paradigma ecológico-contextual.
Cada uno de estos paradigmas
ha sido utilizado para orientar los aspectos psicopedagógicos de modelos
educativos en lo que respecta a cómo se concibe la enseñanza, el aprendizaje, y
la manera de evaluar.
Los conductistas estudian el
aprendizaje concentrándose en las conductas abiertas que pueden ser observadas
y medidas. Ven las conductas como determinadas por eventos externos al
aprendiz, por estímulos que producen respuestas o por reforzamiento que
mantienen esas relaciones estímulo – respuesta.
Dentro de los
paradigmas vigentes, el que se ha
mantenido durante años y tiene mayor
tradición dentro de la disciplina educativa, es el denominado conductista. Este
paradigma es uno de los que más
proyecciones ha tenido en la Psicología de la Educación. Las dimensiones de la disciplina más
desarrolladas son la técnico-práctica.
En el paradigma conductista
que se originó en las primeras décadas del siglo XX, específicamente el
conductismo operante de Skinner, considera que el profesor es considerado como
una persona dotada de competencias aprendidas, que transmite conforme a una
planificación realizada en función de objetivos específicos” (Hernández Rojas,
2010, p. 114). La corriente conductista no permite que profesor innove o cree,
se debe de sujetar a objetivos previamente establecidos, los cuales serán
desarrollados en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Se dice que el profesor
“se desarrolla como ingeniero instruccional, que debe de crear las condiciones
para el logro de la máxima eficiencia de la enseñanza a través del uso pertinente
de principios, procedimientos y programas conductuales” (Lizano, Rojas y
Campos, 2002, p. 492). Al momento de desarrollar los objetivos planteados
inicialmente, el profesor recrea un escenario propicio para que el estudiante
pueda llegar a alcanzarlos, haciendo uso precisamente de programas
conductuales.
El trabajo del profesor es: determinar cuáles son aquellas pistas que
pueden lograr la respuesta deseada; organizar situaciones de práctica en las
cuales la conjunción de estímulos, logren un ambiente ‘natural’ de desempeño;
adicionalmente organizar condiciones
ambientales de tal forma que los estudiantes puedan dar las respuestas
correctas en la presencia de los estímulos correspondientes y recibir refuerzos
por las respuestas correspondientes” Ertmer, P. y Newby. T. (1993).
A pesar
de enfatizar en el conductismo que el estudiante es un alumno activo, de
acuerdo como se plantea el concepto de instrucción, es evidente que su nivel de
actividad se ve fuertemente restringida
por los arreglos realizados por
el profesor-programador, que se
establecen incluso antes de
conocerlo. La participación del alumno, por tanto está condicionada por las características
prefijadas del programa por donde tiene que transitar para aprender. Un alumno
“es considerado como un receptor de las informaciones, su misión es aprenderse
lo que se le enseña” (Hernández Rojas, 2010, p. 114). Para el conductismo el
estudiante es definido como un receptor pasivo en un mundo activo que escribe
sus mensajes. Una característica primordial del estudiante es ser una persona
cuyo desempeño y aprendizaje escolar puede ser modificado o influido desde el
exterior. Este enfoque cree que el alumno
es un ser autómata al cual se le suministra información y produce un
resultado determinado.
El aprendizaje en el
paradigma conductista es aquel que “constituye un cambio en la conducta”
(Hernández Rojas, 2010, p. 18). Éste cambio se expresa en forma de objetivos
específicos que vienen manifestados en función de estímulos y de respuestas
(Cambio = Estímulo + Respuesta). Lo verdaderamente necesario y casi siempre
suficiente, es identificar adecuadamente lo que determina la conducta que se
desea enseñar, el uso eficaz de técnicas
o procedimientos y la
programación anticipada de situaciones que conduzcan al objetivo final.
Para el enfoque conductista, el aprendizaje es
la manifestación externa de una conducta sin importar los procesos internos que
se dan en la mente del sujeto, objeto del mismo” (Román, M y Diez, E., 1989,
p.37). Lo anterior indica que no se contemplan aspectos cognitivos, ni
humanistas, ni socioculturales en éste proceso. Otros autores indican que la
enseñanza se convierte en una manera de adiestrar-condicionar para así
aprender-almacenar y consideran que “el
aprendizaje es algo externo al sujeto y
se deriva de la interacción mecánica con el medio (familia, escuela)”
(Hernández Rojas, 2010, p. 114). Como se mencionó anteriormente, se concibe al
alumno por un ser pasivo fácilmente influenciable por el medio que lo rodea,
por consecuencia su aprendizaje no está influido por el acontecer en el aula.
La evaluación conductista
parte del supuesto de que todos los alumnos son iguales, por lo tanto, todos
reciben la misma información; y se evalúan generalmente de la misma manera, con
los mismos instrumentos y pautas establecidas para calificarlos (Hernández
Rojas, 2010, p. 114). Cada uno de estos paradigmas ha sido utilizado para
orientar los aspectos psicopedagógicos de modelos educativos en lo que respecta
a cómo se concibe la enseñanza, el aprendizaje, y la manera de evaluar.
El enfoque conductista
manifiesta un proceso de enseñanza – aprendizaje, sin considerar los procesos
internos que se libran dentro del mismo. El siguiente enfoque, el cognitivo,
permite realizar la transmisión de conocimientos en un plano completamente
opuesto al conductismo.
El paradigma cognitivo está
enfocado principalmente a cuestiones del pensamiento, solución de problemas y
el procesamiento de la información. Hernández (2010) nos da una definición,
caracterización y una concepción, del paradigma cognitivo, considerando los
siguientes elementos: Profesor, alumno, enseñanza, aprendizaje, estrategias y
técnicas de enseñanza y evaluación.
Se considera el profesor
parte de un alumno activo que aprende significativamente, que puede. “aprender
a aprender” (Hernández Rojas, 2010, p. 135). El papel del docente, se centra en
la confección y la organización de experiencias didácticas para lograr esos
fines y su función deberá orientarse en la dirección.
Algunas de las
características más relevantes que requiere un profesor para que sus alumnos
logren aprendizajes significativos son:
Ser mejores en su área de conocimiento y en la situación instruccional,
además de inferencias, poseer esquemas de clasificación de los problemas sobre
aspectos relevantes, también estrategias auto reguladoras y metagocnitivas,
mostrarse muy orientados hacia la tarea, el trabajo de clase y situaciones de
enseñanza aprendizaje que permitan lograr los objetivos propuestos, desarrollar
su “intuición” (Hernández, 2010, p.135). Para identificar las características
de los alumnos, debemos ser más sensibles al captar la información que ofrece
la clase, para luego utilizarla en una mejor comprensión, interpretación y
evaluación de los hechos.
Todo profesor tiene como
finalidad el de enseñar a pensar, dando la oportunidad de experimentar y
reflexionar sobre tópicos definidos que emerjan de las inquietudes de los
educandos como apoyo y retroalimentación continua.
El estudiante “Es un sujeto
activo procesador de información, que posee competencia cognitiva para aprender
y solucionar problemas” (Hernández Rojas, 2010, p. 134).
Hernández (2010). Dice que
dependiendo de su competencia cognitiva, los procesos básicos de aprendizaje en
el educando, se llevan acabo de la siguiente manera: En base a sus
conocimientos, estilos cognitivos y atribuciones y luego programa experiencias
sobre hechos sustanciales que pueden promover su aprendizaje significativo, ya
sea por recepción y por descubrimiento, así como para potenciar, inducir y
entrenar habilidades cognitivas y metacognitivas.
En la capacidad cognitiva
del alumno está el origen y la finalidad de la situación instruccional y
educativa; por lo cual es necesario darle la oportunidad para desempeñarse en
forma activa, ante el conocimiento y las habilidades que queremos enseñarle.
La evaluación es el valor de
la importancia de un aprendizaje, en el caso de un aprendizaje significativo se
considera el grado de significado que tiene. Hernández (2010) Señala los
valores de los procesos mentales que desarrollan los alumnos durante el proceso
de aprendizaje y los resultados de los mismos.
En contraposición con el paradigma
conductista, el cognitivismo se basa en el desarrollo de teorías psicológicas
sobre la personalidad y la inteligencia, con un enfoque sistemático
caracterizado por el procesamiento de la información y una didáctica centrada
en procesos con un currículo más abierto y flexible; en lo que concierne al
diseño, la aplicación y la evaluación, se han incorporado principios de la
tecnología educacional al proceso de enseñanza-aprendizaje desde el punto de
vista del enfoque de sistemas. “la metáfora básica subyacente es el organismo
entendido como una totalidad y el ordenador como procesador de información…”
(Hernández, 2010, p.150).
La evaluación es el punto
terminal del proceso didáctico, ya que la misma se realiza una vez que finaliza
el objetivo o la actividad programada. En la evaluación de los aprendizajes, el
alumno es fundamentalmente el único sujeto de
evaluación; hacia él se dirigen las acciones evaluativas, nos interesa
conocer en qué medida se han dado los cambios de comportamiento y/o
aprovechamiento.
Los enfoques
constructivistas orientan diferentes estrategias de evaluación. Privilegian el
papel activo del alumno como creador de significado, la naturaleza
autoorganizada y de evolución progresiva de las estructuras del conocimiento,
es decir abordan la evaluación formativa.
La evaluación, por tanto, debe
estar orientada a evaluar los procesos personales de construcción personal del
conocimiento.
La evaluación formativa se
entiende como un refuerzo que ayuda al alumno a reconstruir el tema de
evaluación y como parte del proceso generador de cambio que puede ser utilizado
y dirigido a promover la construcción del conocimiento.
Los modelos utilizados
tradicionalmente centran la evaluación en cogniciones aisladas sin considerar
su conexión con el marco de conocimientos general y personal del alumno, esta
tendencia a evaluar conocimientos como unidades ordenadas que se pueden aislar
en forma artificial, no favorece la construcción del conocimiento que exige una
evaluación que considere las cadenas complejas de significado y la interacción
dinámica entre los mismos. Lo esencial en esta perspectiva es el concepto de
integración, es decir, propone que cualquier tipo de conocimiento puede ser
entendido mejor en el contexto de un sistema de significados más amplio que lo
apoye y relacione.
La evaluación tradicional
mide la cantidad de conocimientos u objetivos logrados, representados como la
frecuencia de respuestas correctas en los instrumentos estructurados.
Las técnicas tradicionales
se dirigen principalmente a evaluar el presente del alumno y en el mejor de los
casos el pasado reciente (evaluación acumulativa), las técnicas
constructivistas enfatizan la evaluación del desarrollo.
La evaluación tradicional
mide la cantidad de información memorizada por los alumnos. En el enfoque
constructivista, se centra la atención en el nivel de análisis, por lo tanto
las capacidades del alumno para clasificar comparar y sistematizar son claves
para la evaluación formativa.
Esta forma de evaluación
obtiene de los alumnos un conjunto de construcciones personales y únicas con
las que estructuran su propio conocimiento, mientras que la evaluación
tradicional sitúa a los alumnos en un conjunto de construcciones validadas
externamente.
La evaluación en este marco
tiene la intención de dar a los estudiantes una oportunidad para seguir aprendiendo;
esto exige que el profesor reconozca las diferencias individuales y de
desarrollo de intereses, capacidades, destrezas, habilidades y actitudes. Así,
la evaluación debe partir verificando lo que los alumnos ya saben (evaluación
diagnóstica).
La evaluación
constructivista mide:
Los conocimientos adquiridos y la capacidad
de los alumnos para aplicarlos en situaciones variadas. El desarrollo de destreza, habilidades y cambio de actitudes.
Si los alumnos son capaces de establecer una relación con el conocimiento que difiere de la que demanda el profesor.Si los alumnos contribuyen a aportar un nuevo significado al conocimiento, alterando incluso la dinámica de la interacción establecida por el docente en el aula.
La validez de construcción debe verificar si se está evaluando lo que realmente se espera que los alumnos construyan, lo que implica una clara definición de capacidades; una declaración explícita de las normas, que deben ser justas para los alumnos; una clara definición de criterios de evaluación, cuando será considerada una construcción buena, mala o regular; e instrucciones comprensibles para la comunicación de los aprendizajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario