lunes, 17 de noviembre de 2014

Modelos de Evaluación


Enfoques y Teorías del Aprendizaje.
Estos paradigmas han sido aplicados en el ámbito educativo con mejores resultados, lo que ha ocasionado un empuje al desarrollo de la psicopedagogía, pues se han logrado teorías e instrumentos metodológicos y tecnológicos que favorecen al proceso de enseñanza y aprendizaje para Domínguez, G y Diez, E. (1996), “se pueden encontrar muchas y diferentes concepciones de evaluación en función de la perspectiva o paradigma explicativo de la realidad en que nos situemos”. Román, R y Diez, E. (1989), señalan que los paradigmas fundamentales en psicología y educación, vigentes en el siglo XXI, son tres:

      Paradigma conductual.
      Paradigma cognitivo.
      Paradigma ecológico-contextual.

Cada uno de estos paradigmas ha sido utilizado para orientar los aspectos psicopedagógicos de modelos educativos en lo que respecta a cómo se concibe la enseñanza, el aprendizaje, y la manera de evaluar.

La Evaluación en el Paradigma Conductista

Los conductistas estudian el aprendizaje concentrándose en las conductas abiertas que pueden ser observadas y medidas. Ven las conductas como determinadas por eventos externos al aprendiz, por estímulos que producen respuestas o por reforzamiento que mantienen esas relaciones estímulo – respuesta.
Dentro  de  los paradigmas  vigentes, el que se ha mantenido durante años y  tiene mayor tradición dentro de la disciplina educativa, es el denominado conductista.  Este  paradigma  es uno de los que  más  proyecciones ha tenido en la Psicología de la Educación.  Las dimensiones de la disciplina más desarrolladas son la técnico-práctica.
En el paradigma conductista que se originó en las primeras décadas del siglo XX, específicamente el conductismo operante de Skinner, considera que el profesor es considerado como una persona dotada de competencias aprendidas, que transmite conforme a una planificación realizada en función de objetivos específicos” (Hernández Rojas, 2010, p. 114). La corriente conductista no permite que profesor innove o cree, se debe de sujetar a objetivos previamente establecidos, los cuales serán desarrollados en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Se dice que el profesor “se desarrolla como ingeniero instruccional, que debe de crear las condiciones para el logro de la máxima eficiencia de la enseñanza a través del uso pertinente de principios, procedimientos y programas conductuales” (Lizano, Rojas y Campos, 2002, p. 492). Al momento de desarrollar los objetivos planteados inicialmente, el profesor recrea un escenario propicio para que el estudiante pueda llegar a alcanzarlos, haciendo uso precisamente de programas conductuales.
El trabajo del profesor  es: determinar cuáles son aquellas pistas que pueden lograr la respuesta deseada; organizar situaciones de práctica en las cuales la conjunción de estímulos, logren un ambiente ‘natural’ de desempeño; adicionalmente  organizar condiciones ambientales de tal forma que los estudiantes puedan dar las respuestas correctas en la presencia de los estímulos correspondientes y recibir refuerzos por las respuestas correspondientes” Ertmer, P. y Newby. T. (1993).
A  pesar  de enfatizar en el conductismo que el estudiante es un alumno activo, de acuerdo como se plantea el concepto de instrucción, es evidente que su nivel de actividad  se  ve fuertemente  restringida  por los  arreglos  realizados por  el profesor-programador,  que  se  establecen incluso  antes  de  conocerlo. La participación del alumno, por  tanto está condicionada por las características prefijadas del programa por donde tiene que transitar para aprender. Un alumno “es considerado como un receptor de las informaciones, su misión es aprenderse lo que se le enseña” (Hernández Rojas, 2010, p. 114). Para el conductismo el estudiante es definido como un receptor pasivo en un mundo activo que escribe sus mensajes. Una característica primordial del estudiante es ser una persona cuyo desempeño y aprendizaje escolar puede ser modificado o influido desde el exterior. Este enfoque cree que el alumno  es un ser autómata al cual se le suministra información y produce un resultado determinado.
El aprendizaje en el paradigma conductista es aquel que “constituye un cambio en la conducta” (Hernández Rojas, 2010, p. 18). Éste cambio se expresa en forma de objetivos específicos que vienen manifestados en función de estímulos y de respuestas (Cambio = Estímulo + Respuesta). Lo verdaderamente necesario y casi siempre suficiente, es identificar adecuadamente lo que determina la conducta que se desea enseñar, el uso eficaz de técnicas  o procedimientos  y la programación anticipada de  situaciones  que conduzcan al objetivo final.
 Para el enfoque conductista, el aprendizaje es la manifestación externa de una conducta sin importar los procesos internos que se dan en la mente del sujeto, objeto del mismo” (Román, M y Diez, E., 1989, p.37). Lo anterior indica que no se contemplan aspectos cognitivos, ni humanistas, ni socioculturales en éste proceso. Otros autores indican que la enseñanza se convierte en una manera de adiestrar-condicionar para así aprender-almacenar y consideran que  “el aprendizaje es algo externo al sujeto y  se deriva de la interacción mecánica con el medio (familia, escuela)” (Hernández Rojas, 2010, p. 114). Como se mencionó anteriormente, se concibe al alumno por un ser pasivo fácilmente influenciable por el medio que lo rodea, por consecuencia su aprendizaje no está influido por el acontecer en el aula.
La evaluación conductista parte del supuesto de que todos los alumnos son iguales, por lo tanto, todos reciben la misma información; y se evalúan generalmente de la misma manera, con los mismos instrumentos y pautas establecidas para calificarlos (Hernández Rojas, 2010, p. 114). Cada uno de estos paradigmas ha sido utilizado para orientar los aspectos psicopedagógicos de modelos educativos en lo que respecta a cómo se concibe la enseñanza, el aprendizaje, y la manera de evaluar.


La Evaluación en el Paradigma Cognitivo

El enfoque conductista manifiesta un proceso de enseñanza – aprendizaje, sin considerar los procesos internos que se libran dentro del mismo. El siguiente enfoque, el cognitivo, permite realizar la transmisión de conocimientos en un plano completamente opuesto al conductismo.

El paradigma cognitivo está enfocado principalmente a cuestiones del pensamiento, solución de problemas y el procesamiento de la información. Hernández (2010) nos da una definición, caracterización y una concepción, del paradigma cognitivo, considerando los siguientes elementos: Profesor, alumno, enseñanza, aprendizaje, estrategias y técnicas de enseñanza y evaluación.
Se considera el profesor parte de un alumno activo que aprende significativamente, que puede. “aprender a aprender” (Hernández Rojas, 2010, p. 135). El papel del docente, se centra en la confección y la organización de experiencias didácticas para lograr esos fines y su función deberá orientarse en la dirección.
Algunas de las características más relevantes que requiere un profesor para que sus alumnos logren aprendizajes significativos son:  Ser mejores en su área de conocimiento y en la situación instruccional, además de inferencias, poseer esquemas de clasificación de los problemas sobre aspectos relevantes, también estrategias auto reguladoras y metagocnitivas, mostrarse muy orientados hacia la tarea, el trabajo de clase y situaciones de enseñanza aprendizaje que permitan lograr los objetivos propuestos, desarrollar su “intuición” (Hernández, 2010, p.135). Para identificar las características de los alumnos, debemos ser más sensibles al captar la información que ofrece la clase, para luego utilizarla en una mejor comprensión, interpretación y evaluación de los hechos.
Todo profesor tiene como finalidad el de enseñar a pensar, dando la oportunidad de experimentar y reflexionar sobre tópicos definidos que emerjan de las inquietudes de los educandos como apoyo y retroalimentación continua.
El estudiante “Es un sujeto activo procesador de información, que posee competencia cognitiva para aprender y solucionar problemas” (Hernández Rojas, 2010, p. 134).
Hernández (2010). Dice que dependiendo de su competencia cognitiva, los procesos básicos de aprendizaje en el educando, se llevan acabo de la siguiente manera: En base a sus conocimientos, estilos cognitivos y atribuciones y luego programa experiencias sobre hechos sustanciales que pueden promover su aprendizaje significativo, ya sea por recepción y por descubrimiento, así como para potenciar, inducir y entrenar habilidades cognitivas y metacognitivas.
En la capacidad cognitiva del alumno está el origen y la finalidad de la situación instruccional y educativa; por lo cual es necesario darle la oportunidad para desempeñarse en forma activa, ante el conocimiento y las habilidades que queremos enseñarle.
La evaluación es el valor de la importancia de un aprendizaje, en el caso de un aprendizaje significativo se considera el grado de significado que tiene. Hernández (2010) Señala los valores de los procesos mentales que desarrollan los alumnos durante el proceso de aprendizaje y los resultados de los mismos.
 En contraposición con el paradigma conductista, el cognitivismo se basa en el desarrollo de teorías psicológicas sobre la personalidad y la inteligencia, con un enfoque sistemático caracterizado por el procesamiento de la información y una didáctica centrada en procesos con un currículo más abierto y flexible; en lo que concierne al diseño, la aplicación y la evaluación, se han incorporado principios de la tecnología educacional al proceso de enseñanza-aprendizaje desde el punto de vista del enfoque de sistemas. “la metáfora básica subyacente es el organismo entendido como una totalidad y el ordenador como procesador de información…” (Hernández, 2010, p.150).
La evaluación es el punto terminal del proceso didáctico, ya que la misma se realiza una vez que finaliza el objetivo o la actividad programada. En la evaluación de los aprendizajes, el alumno es fundamentalmente el único sujeto de  evaluación; hacia él se dirigen las acciones evaluativas, nos interesa conocer en qué medida se han dado los cambios de comportamiento y/o aprovechamiento.

Evaluación en el enfoque Constructivista




Los enfoques constructivistas orientan diferentes estrategias de evaluación. Privilegian el papel activo del alumno como creador de significado, la naturaleza autoorganizada y de evolución progresiva de las estructuras del conocimiento, es decir abordan la evaluación formativa.
La evaluación, por tanto, debe estar orientada a evaluar los procesos personales de construcción personal del conocimiento.
La evaluación formativa se entiende como un refuerzo que ayuda al alumno a reconstruir el tema de evaluación y como parte del proceso generador de cambio que puede ser utilizado y dirigido a promover la construcción del conocimiento.
Los modelos utilizados tradicionalmente centran la evaluación en cogniciones aisladas sin considerar su conexión con el marco de conocimientos general y personal del alumno, esta tendencia a evaluar conocimientos como unidades ordenadas que se pueden aislar en forma artificial, no favorece la construcción del conocimiento que exige una evaluación que considere las cadenas complejas de significado y la interacción dinámica entre los mismos. Lo esencial en esta perspectiva es el concepto de integración, es decir, propone que cualquier tipo de conocimiento puede ser entendido mejor en el contexto de un sistema de significados más amplio que lo apoye y relacione.
La evaluación tradicional mide la cantidad de conocimientos u objetivos logrados, representados como la frecuencia de respuestas correctas en los instrumentos estructurados.
Las técnicas tradicionales se dirigen principalmente a evaluar el presente del alumno y en el mejor de los casos el pasado reciente (evaluación acumulativa), las técnicas constructivistas enfatizan la evaluación del desarrollo.
La evaluación tradicional mide la cantidad de información memorizada por los alumnos. En el enfoque constructivista, se centra la atención en el nivel de análisis, por lo tanto las capacidades del alumno para clasificar comparar y sistematizar son claves para la evaluación formativa.
Esta forma de evaluación obtiene de los alumnos un conjunto de construcciones personales y únicas con las que estructuran su propio conocimiento, mientras que la evaluación tradicional sitúa a los alumnos en un conjunto de construcciones validadas externamente.
La evaluación en este marco tiene la intención de dar a los estudiantes una oportunidad para seguir aprendiendo; esto exige que el profesor reconozca las diferencias individuales y de desarrollo de intereses, capacidades, destrezas, habilidades y actitudes. Así, la evaluación debe partir verificando lo que los alumnos ya saben (evaluación diagnóstica).
La evaluación constructivista mide:
      Los conocimientos adquiridos y la capacidad de los alumnos para aplicarlos en situaciones variadas. 
          El desarrollo de destreza, habilidades y cambio de actitudes.
           Si los alumnos son capaces de establecer una relación con el conocimiento que difiere de la que demanda el profesor.Si los alumnos contribuyen a aportar un nuevo significado al conocimiento, alterando incluso la dinámica de la interacción establecida por el docente en el aula.
  La validez de construcción debe verificar si se está evaluando lo que realmente se espera que los alumnos construyan, lo que implica una clara definición de capacidades; una declaración explícita de las normas, que deben ser justas para los alumnos; una clara definición de criterios de evaluación, cuando será considerada una construcción buena, mala o regular; e instrucciones comprensibles para la comunicación de los aprendizajes.

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